Por Rafael G. santana
El jueves 3 de marzo el coronel Jiménez me dio una noticia que me estremeció.
Este alto oficial caballeroso y firme que formó parte de un equipo de hombres y mujeres que asestaron golpes contundentes a las estructuras del narcotráfico y el crimen organizado desde el 1988 cuando se creó la Dirección Nacional de Control de Drogas DNCD comandada por el entonces coronel hoy Mayor General Rafael Guerrero Peralta, hicimos del día a día una jornada de trabajo digna, transparente y de resultados. Por eso le recrimine a Jiménez de porque no me había avisado sobre el fallecimiento de Doña Estrella madre a tiempo completo y de toda la vida de Rafelito Guerrero Peralta como lo conocíamos en el barrio San Miguel, en la calle La Noria, quien escribe mayor de edad que él compartíamos las tradiciones y la hermandad en el barrio.
Creo que Dios me ha dado el privilegio de conocer a Rafelito un ser extraordinario que tiene un gran sentido de la amistad y la lealtad constituyendo una reserva para esos momentos difíciles donde se pierde el principio de autoridad y la sociedad va a la deriva reclamando seguridad, el respeto a la vida y lo que es más importante disfrutar de la paz.
Doña Estrella era una dama distinguida, serena y silenciosa querida y respetada en el barrio de San Miguel. Ella y mi madre María Ramona Santana, doña Mery La Chanita, maestra del arte artesanal condecorada por el presidente Joaquín Balaguer, con la Orden de Duarte, Sánchez y Mella por sus aportes a la preservación de la tradición del bordado en fibra de cabuya y por ser una de las fundadoras de la Escuela de Arte y Oficio. Como se Vivian tiempos difíciles en el país cuando doña Estrella conversaba con Mangá, Clodomiro Gautreaux, Clodo, Juan Thompson, Ulises Lewy, Barahona, Macobì, Chichi La Vela, entre otros jóvenes siempre decía cuídenme a Rafelito.
Cosas de la vida son, los jóvenes de esa época que defendíamos grandes ideales nos fuimos poniendo viejos y cuando nuevamente me recuentro en el hogar de doña Estrella que siempre fue un lugar sagrado para su hijo, donde Guerrero Peralta me convocaba para tratar asuntos de alto interés de Estado por las funciones que desempeñábamos, él como presidente de la DNC y quien escribe como Relacionador Público, Doña Estrella se me acercaba diciéndome Rafelito defiende la imagen de Rafelito y cuídense mis hijos. Por eso nunca le fallé a Guerrero Peralta y hoy que doña Estrella no está físicamente su voz vivirá retumbando en la cordillera central y desde el más allá seguirá brillando proyectando una luz que nunca se apagará. Hermano Rafelito no pude estar contigo acompañándote en este momento de dolor por las circunstancias que me toca vivir en este momento, y que tú conoce. La vida es así hermano y sólo Dios sabe porque lo hace y cuando lo hace.
Finalmente, que Dios tenga en el lugar que se merece a Doña Estrella.
Siempre tuyo.