Por Rafael G. Santana
El 9 de octubre del 1971 un oficial y miembros de la policía asesinaron a cincos jóvenes del barrio 27 de Febrero.
Esta masacre fue ejecutada por el oficial Virgilio Antonio Álvarez Guzmán y los rasos Pascual Bonifacio Bencosme Fermín (Chino), Danilo Tavares Guzmán, Luis Felipe Fernández, Saturnino Henríquez de la Cruz y domingo Agra monte.
Este hecho produjo una repulsa nacional porque los cuerpos de Rahamés Peláez, de 21 años de edad, Geraldo Bautista Gómez, de 18 años de edad, Reyes Florentino Santana de 19 años y Rubén Darío Sandoval de 16 aparecieron torturados, signos de quemaduras y mutilaciones de los testículos. En principio se atribuyó a los integrantes de la denominada Banca Colorada a las muertes de los dirigentes y afiliados del club Héctor J. Díaz.
Cuando fueron presentaron a la prensa Alejandro Félix Luciano (Nariz), Eddy Antonio Martínez, Diógenes muñoz (Ombligú), Francisco Gregorio Diloné (Cabeza) “negaron públicamente que ellos asesinaron a los jóvenes y que si había que buscar culpables, lo hallarían en la policía”.
En el libro Balaguer: Doce años de crimines, del dirigente clubístico Rigoberto Penzo, narra lo siguiente “cuando más esperanzados estábamos los moradores de que algunos compañeros habían escapado, son descubiertos tres cuerpos más, dos en la Autopista de Las Américas, y otros en la avenida Sarasota, por lo que hubo lágrimas de todos los hombres, mujeres y niños, no solos de nuestro barrio, sino en todo el país, que expresaban su odio hacia los criminales de los jóvenes del club Héctor J. Díaz, que el único error de su vida fue tratar de llevar un poco de orientación a sus vecinos, esos compañeros que fueron ubicados por miembros de la Banda Colorada que merodearon el velorio de Julio Rivera y fueron apresados en la calle Padre Castellanos esquina Albert Thomas y conducidos a Radio patrulla de la policía donde fueron torturados por todos los que estaban allí esa noche, decimos esto porque por ejemplo a Víctor Fernández checo le pusieron una inyección. En Radio Patrulla, le rociaron las rodillas y las piernas con un liquido inflamatorio y el ejecutor le prendió un cigarrillo con toda la calma posible y le dejó caer fósforos en las piernas y luego le destruyó los testículos desprendiéndolos”.
Para que este acontecimiento no se olvide el presidente Salvador Jorge Blanco mediante un Decreto declaró cada 9 de octubre Día Nacional de los Clubes. Los responsables de estos asesinatos nunca fueron juzgados y condenados amparándose en la impunidad.
Debemos recordar esta masacre y resaltar las figuras de los cincos miembros del club Héctor J. Díaz, vilmente asesinados, algunos el cuartel de Radio Patrulla, y otros en el camino hacia ese recinto. El tiempo testigo mudo de la historia ha pasado sin que se pueda borrar este quíntuple asesinato.
La masacre juvenil del 9 de octubre del, 1971 fue un crimen de lesa humanidad que debe ser condenado en el transcurrir del tiempo, es el único castigo para estos verdugos.
Que vivan los mártires del club Héctor J. Díaz y el movimiento clubistico popular.