Por Rafael G. Santana
La corrupción es un sistema de vida organizado protegido por la impunidad en América Latina y El Caribe.
Los partidos políticos que aspiran y llegan al poder tienen sus corruptos preferidos que gozan de grandes privilegios. Uno de ellos, es cuando la opinión publica llama la atención sobre las grandes riquezas que tienen y no pueden demostrar sus origines se escudan en la llamada “persecución política”.
La República Dominicana es escenario de grandes escándalos de corrupción en los gobiernos del Consejo de Estado, Joaquín Balaguer, Salvador Jorge Blanco, Hipólito Mejìa y Leonel Fernández.
Estos ex presidentes en la Asamblea Nacional se comprometieron a combatir y castigar la corrupción. Algunos funcionarios cayeron presos como una forma de molestar a sus jefes.
En el prologo escrito por el economista Rafael del Toro Gómez, en el libro América en la lucha contra la corrupción resalta “combatir la corrupción no es tarea fácil, en especial en los países en desarrollo, donde por razones obvias, las cosas se observan, analizan y resuelven con métodos y maneras no adecuadas, la mayoría de las veces inconsistentes con la realidad del momento, desfasadas del ritmo de los tiempos modernos”.
La ponencia de Persio Maldonado director de El Nuevo Diario que se publica en este libro de la Conferencia celebrada en la ciudad de Washington el 24 de febrero al 16 de marzo del 1996 puntualiza lo siguiente “yo creo que ese dilema entre Estado fuerte y sociedad civil débil ha creado un fenómeno en América Latina que es más peligroso que la corrupción. Este dilema es el de la impunidad y me atrevo a decir que la impunidad se convierte en la institucionalización de la corrupción porque podríamos convenir en que no podemos impedir que un ciudadano sea capaz de violar las normas, pero no podríamos admitir que somos incapaces de que la violación de una norma pueda atraerle una consecuencia y un costo de dificultades para quien viola esa norma y viola ley”.
La señora Leticia De Anda Munguía, Procuradora General de la República de México llamó la atención de que “la corrupción tiene grandes costos políticos y sociales, pero también causa graves pérdidas económicas. En la VII Conferencia Anti-corrupción celebrada en Beijing en 1995, se reveló que los pagos por sobornos en el mundo equivalen a 50 mil millones de dólares anualmente. Y según un informe de las Naciones Unidas, entre el 20% y el 50% del monto global del comercio se dedica a sobornarnos”. Concluyendo que la “corrupción golpea en el corazón mismo de nuestros sistemas porque desgasta su recurso más importante: la legitimidad. También destruye el sentimiento de esperanza de la sociedad, sin ella no tiene sentido el pacto social, no hay integración ni opera el principio de solidaridad, elementos fundamentales en todo proyecto social”.
La corrupción no es un enunciado, sino un fenómeno que diezma los principios morales en el mundo. Ahora bien, en nombre de combatir la corrupción no se puede asesinar reputaciones de ex presidentes que nombran sus Ministros, directores y funcionarios para que trabajen acogiéndose a las leyes y las normas morales. Si algunos de ellos navegan en inmenso mar o océano de la corrupción lo correcto es que respondan por sus hechos, no los ex presidentes que confiaron en ellos.
Esto es lo correcto con la debida presentación de las pruebas. En estos días está en marcha toda una conspiración política para liquidar el liderazgo de Leonel Fernández Reyna ex presidente y un hombre de estos tiempos que demás está decir impulso leyes y creó dependencias especiales para combatir la corrupción.
Lo más importante de todo esto que los actores de la sociedad civil, la llamada clase media, ricos y millonarios tiraron sus hijos y esposas a las calles para que se expresen contra la corrupción, pues están decididos a defender su estatus social como sea apelando a la protesta pacifica, mientras que los pobres que son la mayoría del pueblo no están presentes y se mantienen en los barrios observando a los blanquitos cogiendo pelas con sol, agua y sereno. Ojala se mantenga ese activismo civilizado que despierta en una primavera que no es árabe, checa, rusa ni norteamericana, sino dominicana y la República Dominicana, “es un país muy especial” que el día más claro llueve.
Entre tanto, el presidente Danilo medina, está trabajando callado y tranquilo porque no hay de otra que no sea darle tiempo al tiempo hasta que los ríos bajen.
Tranquilo con Danilo y déjenlo trabajar.