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Los repatriados no son deportados

  Por: Salvador Pérez Núñez

El uso del término deportado, aplicado a los dominicanos que son retornados desde cualquiera de los países de donde fueron inmigrantes, tiene que ver con la distorsión de la palabra que fue  usada cuando en los E.U deportaban a los hijos de los mexicanos que nacieron en California o cuando trasladaban a los indios autóctonos de un pueblo a otro pueblo. Ahí se producía una deportación,  no es lo mismo cuando nosotros repatriamos a los nacionales haitianos ilegales a su propio país, no lo deportamos. Cuando usted en sacado de su propio país y mandado a un país extranjero, entonces usted es deportado.


Existe un prejuicio muy extendido sobre los «deportados», ya que estos no son culpables de los delitos más violentos que se cometen diariamente en el país, lo  que es  corroborado por la estadística,  ya que estas arrojan un porcentaje muy bajito sobre los delitos cometidos por ellos. Sin embargo los militares y ex militares si tienen un porcentaje altísimo sobre crímenes y tráfico de drogas. Este prejuicio hace que no sean empleados cuando el empleador descubre que este fue deportado o lo despide cuando lo descubre.

 

Países como Guatemala, el Salvador y Hondura tienen problemas agudos con los «deportados», pues estos se convierten en pandillas, conocida como las «maras» o pandillas juveniles las cuales representan una amenaza transnacional que la diferencia de las pandillas callejeras normal. A las maras se le acusa de  los delitos violentos que asolan esta región desde homicidios y violaciones a tráfico de seres humanos, contrabando, tráfico de drogas, allanamientos de moradas, extorción y secuestro.

 

El presidente salvadoreño Tony Saca fue electo en el 2004 con un programa de ley y orden que se proponía aplicar conocido  como «súper mano dura», este programa autorizaba a los organismos represivos arrestar un joven que luciera tatuajes o ropas al estilo de las pandillas. Los programas de mano dura como los de «tolerancia cero» y «ventana rota» han tenido una efectividad muy  cuestionada y no son recomendados para trabajar con jóvenes, porque en vez de disminuir la violencia, la aumenta. Este programa fue suspendido, pues la criminalidad aumento a nivel de epidemia y muchos jóvenes fueron ejecutados, en las afuera de la capital por los organismos represivos y los mismos jóvenes no disminuyeron en sus actividades de delincuencia.  

 

Recordemos los problemas que han confrontado en el país los jefes policiales, en especial los más represivos; aquellos, que cuando son juramentados declaran ejercer manos dura contra la delincuencia. Sus jefaturas son recordadas como las peores, donde la represión policial y los ajusticiamientos desborda la comprensión de la ciudadanía y esta  clama por su destitucion.  Los programas   que se  implementen deben  ser integrales  que incluyan las familias, las escuelas y las barriadas.

 

El uso de las manos dura enmascara el problema, estos pueden cambiar sus hábitos mudándose de barrios como el caso de los delincuentes del Capotillo cuando se aplico el programa «Barrio Seguro» que se  trasladaron al 27 de Febrero, donde aumento la delincuencia de manera súbita. O  aplican el «efecto cucaracha» mediante el cual los delincuentes se dispersan para volver a aparecer cuando las autoridades están ausentes. 

 

Los países vecinos como Nicaragua Costa Rica y Panamá no tienen los problemas de los  pueblos citados más arriba, porque tienen programas de prevención  de drogas y delincuencias  parecidos a los que tenía Casa Abierta en su primera etapa.

 

Las ciudades de Boston y San Diego han llevado un programa conocido como «Operación Cese al Fuego» el cual ha reducido grandemente la delincuencia, en estas dos ciudades, pues este programa que combina la prevención con la educación busca un entendimiento entre los jefes de pandillas y la policía. 

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