Por Rafael G. Santana
El proyecto de ley aprobado por el Senado de la República que declara el 9 de febrero como “El Día de la Solidaridad Estudiantil” enviado a la Cámara de Diputados no pudo ser conocido en la presente legislatura por el receso del Congreso Nacional.
Con mucho entusiasmo en cumplimiento de una promesa hecha en el lugar donde un 9 de febrero del 1966 estudiantes primaria, secundaria y universitarios fueron salvajemente ametrallados cuando demandaban la entrega del Presupuesto a la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), la desocupación de los planteles por las tropas de intervención, reconocimiento de la autoridades universitarias y el respeto a la soberanía nacional, el presidente del Senado Reinaldo Pared Pérez tras proclamar que “el 9 de febrero del 1966 es un acontecimiento en el que estudiantes perdieron la vida y otros resultaron heridos, constituye uno de los hechos más importante del país”, se comprometió a someter la pieza.
Justamente donde cayeron esos estudiantes el senador y presidente del Senado Pared Pérez anunció que “esperará el inicio de la legislatura, a partir del 27 de este mes, para someter el proyecto ante la consideración de sus compañeros”.
Esto fue cumplido por Pared Pérez y los senadores aprobaron el proyecto de ley enviándolo de inmediato a la Cámara de Diputados, donde nunca fue colocado en agenda dejándolo sin sancionar. Todo parece indicar que estos honorables diputados les interesan muy poco resaltar este acontecimiento histórico, algunos por desconocimiento y otros porque la pieza no tiene trascendencia económica, sino una razón histórica que genera ingresos.
Confiamos que nuevamente el presidente del Senado Pared Pérez asuma la defensa de este proyecto de ley y que el Comité Permanente 9 de Febrero del 1966 asuma un papel militante y de vanguardia para que sea una realidad “El Día de la Solidaridad Estudiantil” como un justo homenaje a los caídos para que este tipo de acto salvaje, criminal y cobarde no se repita. Eso sería el mejor homenaje a Antonio Santos Méndez, Miguel Tolentino y Luís Jiménez, quienes cayeron asesinados en esa mañana frente al Palacio Nacional, mientras que el mes siguiente murió en el hospital de San Antonio Texas, la estudiante de 14 años de edad Altagracia Amelia Ricart Calveti.
También, resultaron heridos Freddy Antonio Cruz, José Ramón Casimiro, Griselda Zorrilla, Miguel Núñez, Juan Castro, José María Cruz, Víctor Ramírez, Jaime Tomás Estrella, Ciprián de Jesús Báez, Modesto Guzmán Castro, José Javier Solís, Vinicio García, José Zabala, Willian Pérez, Ernesto Caamaño, Roberto Ramírez y Evita Germán, entre otros.
Me permito sugerirle al poeta, literato e historiador Tony Raful, al cineasta, escritor y comunicador Jimmy Sierra, el primer diputado del Parlasen y el segundo parte de la comisión estudiantil en representación de la UASD, Juan Vargas y Otto Pichirilo por los estudiantes secundarios que estaba en el Palacio Nacional, a la espera de ser recibida por el presidente provisional Héctor García Godoy, cuando se produjo la masacre para que encabecen junto al Comité Permanente 9 de Febrero del 1966 una jornada cívica activa para sacar del letargo y el desinterés de los diputados logrando que se apruebe el proyecto de ley. De inmediato se debe iniciar esta jornada conversando con los diputados, sus voceros, los partidos, las organizaciones estudiantiles que existen y las organizaciones sociales.
Si los diputados no reaccionan y se mantienen pasivos frente a este justo reclamo que se proceda a convocar a los votantes de las circunscripciones que pertenecen para que repudien esa postura insensible que busca el olvido para sepultar el 9 de Febrero del 1966.
Esto no se puede aceptar por los muertos, los heridos, en particular por respeto y consideración a la compañera Brunilda Amaral y Antonio Pérez (Tony) que permanecen en sillas de ruedas como un testimonio viviente de este salvajismo. Nada justifica la postura de los diputados que no mostraron interés en conocer el proyecto aprobado por el Senado.
Desde este tribunal estaré vigilante porque como acuñara el teórico Jimmy Sierra: Yo estaba ahí y aquí estoy listo para el combate.